Cuando alguien me dice:
“Todo lo que viviste te hizo más fuerte, mi respuesta es: no fue eso. El dolor no me fortaleció. Las heridas no me hicieron invencible. La traición y la decepción no me dieron poder, me rompieron, me arrebataron la paz, me llenaron de dudas y una tristeza que dolía en silencio. No fue el dolor el que me hizo fuerte. Fui yo. Fui yo quien decidió no quedarse en ese lugar oscuro, quien aprendió a sanar, a reconstruirse, a poner límites y a volver a mirar con esperanza.